Podríamos decir que la amistad es el eje principal del Museo Picasso – Colección Eugenio Arias de Buitrago del Lozoya (Madrid). Este pequeño espacio expositivo, escondido en una de las salas del ayuntamiento del municipio, alberga obra del artista internacional que va desde 1948 hasta 1973, pocos meses antes de su muerte. Arias, coleccionista por casualidad de piezas picassianas, cedió todas las obras que tenía en su poder, fruto de aquella sincera e íntima relación, a su pueblo natal y ahí están, listas para ser descubiertas.
Susana Durán, conservadora del Museo Picasso – Colección Eugenio Arias, explica que este espacio «es una joyita que tiene este municipio, aunque muchas personas no la conozcan. La colección está muy acotada y se divide en tres partes: la amistad, el compromiso político, ya que los eran de izquierdas y luchaban por la paz, y su afición a la tauromaquia».
El museo recibe al visitante con una de las piezas estrella de la colección: una caja de útiles de barbero con escenas de tauromaquia. «Es muy especial porque está realizada con la poco habitual técnica del pirograbado, la superficie se graba con un metal incandescente. Una pieza única en el mundo que un coleccionista intentó comprar a través de un cheque en blanco, pero Arias se negó, por eso está aquí», expone la conservadora. Junto a la caja, dando la bienvenida, hay un plato de cerámica con la representación de una cabeza de toro coloreada, «también una obra única porque está pintada a color y no en blanco y negro, como el resto de la serie».
Pero, ¿quién es Eugenio Arias?
Pero, ¿quién es Eugenio Arias y dónde conoce a Picasso? Lo cierto es que ambos se conocen por primera vez en Toulouse en 1945 en un homenaje que Francia hizo a los republicanos que habían luchado contra la ocupación nazi. Les presenta Dolores Ibárruri La Pasionaria, pero su amistad férrea se comenzó a fraguar a partir de 1948 en Vallauris, la conocida como la ciudad de la cerámica de la Costa Azul.
Allí se instala Picasso junto a su compañera de entonces Françoise Gillot, atraído por la disciplina cerámica del taller del matrimonio de artesanos Georges y Suzanne Ramié. Son éstos, precisamente, quienes comentan al artista que en Vallauris vivía un español que regentaba una barbería.
Inmediatamente, Picasso quiso conocer a Arias. Acude a la barbería y el madrileño se convierte en su barbero oficial y en amigos para siempre. Durán comenta, a modo de curiosidad, que «al parecer Picasso era muy supersticioso cuando se trataba de su pelo, hasta que aparece Arias en su vida. Hasta ese momento, sólo sus parejas y amantes podían cortarle el pelo».
Tanta es la amistad y la confianza que se fragua entre ambos que Picasso será el padrino de la boda de Arias y éste, con el beneplácito de Jacqueline Roque, la última esposa del artista desde los años 60, velará en solitario el cuerpo de Picasso en Mougins.
Amistad, paz y tauromaquia
A lo largo de los 25 años que dura su amistad, Arias forma parte del entorno más cercano de Picasso, un círculo formado por personajes como Jean Cocteau, Hélène Parmelin o Edouard Pignon; así como artistas jóvenes, críticos de arte, escritores o galeristas que acuden a Vallauris a conocerle, pedirle ayuda o buscar la bendición para su obra, entusiasmados por conocer a uno de los grandes clásicos y padre del cubismo.
En todo este entorno, Arias es especialmente querido por su discreción y porque, entre otras cosas, jamás pide nada. Brinda a Picasso su amistad sin esperar nada a cambio, es más, el barbero incluso ayuda al artista en algunos de sus trabajos, como es el caso del Templo de la Paz en Vallauris.
«Yo movía la escalera de un sitio a otro. Y ahí, en los murales de la cripta, hay algunos trazos que son míos. Picasso me decía en broma que deberíamos haberlos firmado los dos», relataba Arias, según cuenta Olga Merino en el reportaje ‘Los recuerdos del barbero de Picasso’ en la revista Blanco y Negro.
Entre las piezas de este museo en Buitrago del Lozoya podemos encontrar cerámicas, fotografías, libros dedicados, carteles de exposiciones, dibujos y otras piezas que glosan sobre temas y aficiones que Picasso y Arias compartían, como la libertad, la tauromaquia, el folclore y la literatura española.
Son piezas que hablan de los últimos años de la vida y el trabajo de Picasso al sur de Francia, es un momento en el que tiene un gran interés por la tradición. Un hecho que, además, le convierte en un clásico alejado de la revolución cubista de sus primeras etapas a los ojos de los creadores más jóvenes que prefieren el pop art o el expresionismo abstracto, tan en auge en EEUU cuando París deja de ser el epicentro de las vanguardias históricas.
En este punto, vemos dibujos inundados de un clasicismo cretense donde representa dioses, faunos y animales como cabras o toros. «La obra más antigua es el dibujo que representa un fauno tocando el caramillo. Se trata de una obra que estaba destinada a un marchante de Cannes, pero prefirió otro dibujo de un desnudo. Así que Picasso se la regaló a Arias en una de las múltiples visitas del barbero a su casa», comenta Durán.
También se ven alusiones en sus piezas cerámicas y sus dibujos hechos sobre cualquier soporte, como libros o sencillos trozos de cartón, a personajes de la literatura española más clásica como La Celestina o El Qujiote.
Dos exiliados en Francia
Los dos eran comunistas y estaban exiliados en Francia. Este activismo político por la libertad, también está presente en esta colección de Arias en Buitrago del Lozoya, un tema que será recurrente en la conversación entre los amigos. «Comparten su preocupación por el presente de un país al que no pueden volver. Sienten nostalgia por España, pero también agradecimiento por el país que los acoge», explica María Dolores Jiménez Blanco en el catálogo razonado del Museo Picasso-Colección Eugenio Arias.
Se pueden ver carteles de Movimiento por la Paz como el dibujo ‘Preso con paloma de la paz’ (1959) o decenas de libros editados por Círculo del Arte, la editorial gala ligada al Partido Comunista Francés. En la misma parte del museo, se observan dos obras muy admiradas por los visitantes, que es un retrato de su mujer, Jacqueline, y la madre de Arias, representada con apenas unos trazos en lápiz.
Una colección que redescubre al Picasso tardío
El fotógrafo y reportero de EEUU, David Douglas Duncan, relataba, según se detalla en el mismo catálogo razonado anteriormente citado, que el momento en el que Arias llegaba a la casa-taller de La Californie «generalmente al amanecer, era bienvenido por Picasso» porque era el momento en el que podía hablar en su lengua materna. «Arias, siempre discreto, jamás hablaba de cerámicas o pinturas, siempre de toros», comentaba el estadounidense.
Es por ello, explica Durán, que en la gran mayoría de las bacías de barbero hechas en cerámica llevan la dedicatoria «A mi amigo Arias» acompañada de cabezas de toros, a veces acompañados de toreros o detalles vegetales.
«La colección de este museo», detallan en el mismo catálogo razonado, «es una invitación a redescubrir a Picasso. Un Picasso íntimo, familiar, amigo de su barbero, aficionado a los toros, idealista exiliado. Pero también un Picasso mito del arte del S. XX, un clásico moderno, que ha sido capaz de dar nueva vida a géneros y formas ancestrales, como la cerámica».
Redescubrir a Picasso y su amistad con el barbero de Buitrago del Lozoya es posible con esta preciosa visita a apenas 50 minutos de Madrid, sobre todo este año 2023, 50 aniversario de la muerte del artista. Además, la Comunidad de Madrid se une al ‘Año Picasso’ y ha anunciado la construcción de un nuevo museo en el municipio para esta colección, un nuevo y más moderno espacio expositivo.